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A LA MEMORIA DE NUESTRO AMIGO Y COMPAÑERO PACO

A LA MEMORIA DE NUESTRO AMIGO Y COMPAÑERO PACO

Estos días la familia HELECHOS está triste. En una fría mañana de este interminable diciembre de 2020 nos dejó nuestro amigo Francisco Hernández, más conocido por todos como Paco el Cura, condición que mantuvo hasta los últimos minutos de su vida.

Corría el año 1984 cuando Paco, además de ejercer su vocación en la humilde parroquia de San Eladio, inició junto con otros ocho jóvenes de Leganés otro proyecto, construir los cimientos de lo que acabaría siendo la cooperativa HELECHOS. Los que le acompañábamos en aquel inicio de viaje sabemos que no fue un socio fundador más y que sin él hubiera sido mucho más difícil que la cooperativa saliera adelante, al menos tal y como lo hizo. Conocedor de las dificultades y necesidades vitales de su entorno social y convencido de cuál debía ser su labor, Paco supo tejer la red necesaria, supo encontrar y poner en contacto a las personas adecuadas, supo ver la oportunidad, ofreció y puso a disposición del proyecto todo lo que tenía.

De Paco aprendimos que para recoger antes había que sembrar, que la cosecha ha de ir al granero y que solo cuando este está lo suficientemente lleno para cubrir las inclemencias futuras ha de distribuirse el excedente de manera justa y equilibrada. También aprendimos con él que la fortaleza más importante de nuestro proyecto era nuestra capacidad de trabajo, nuestro capital humano. Aprendimos a relegar nuestras necesidades personales para poder cubrir las necesidades básicas de la cooperativa y pronto empezamos a comprender que HELECHOS no iba a ser empresa como otras, que sería una organización preocupada además de por desarrollar democráticamente los valores cooperativos, por sentirse parte del ecosistema social en que habita de manera consciente y solidaria.

Como casi todos los comienzos, los primeros años de desarrollo de HELECHOS fueron además de ilusionantes, duros, hasta el punto de que a nuestro querido Paco le costó su primer infarto sin haber cumplido aún los 40 años. Con el paso del tiempo, en más de una ocasión hemos rememorado juntos aquellos ásperos momentos en los que, literalmente, se dejó un tercio de su corazón trabajando junto a nosotros, y siempre, siempre, apostillaba sin vacilación…“mereció la pena”.

A pesar de este percance Paco no desfalleció y continuó fortaleciendo nuestro proyecto hasta mediados de los noventa, momento en que consideró que la cooperativa parecía estar lo suficientemente consolidada y su presencia ya no era necesaria. Y así, dándonos una vez más otra lección de generosidad, y a pesar de que su debilitado corazón y los nuestros habían tejido fuertes lazos, dejó la cooperativa en su mejor momento para dedicarse a continuar con su labor pastoral en América latina donde consideraba que podía ser más útil y otras personas le podían necesitar más. Aquella primera despedida no fue fácil ni para él ni para nosotros, pero él no se consideraba dueño de su destino y asumía con amor y generosidad cada nuevo reto.

Siempre que retornó de alguna de sus misiones nos visitó.

Ahora, querido Paco nos dejas una vez más, pero tú sabes bien amigo que ni ahora ni nunca te fuiste definitivamente de HELECHOS porque siempre has estado y estarás en nuestros corazones.

Tus amigos y compañeros de HELECHOS